CARTONERAS: EL ARTE DEL LIBRO-OBJETO
Cartoneras: el arte del libro-objeto
La edición de autor y la conciencia ecológica han dado paso a la tendencia de crear libros artesanales que se ha popularizado desde Argentina a México
SOPORTES. Un envase de tetra pak o un trapo de cocina son elementos fundamentales para la creación de los libros artesanales. (Foto: Perla Miranda / El Universal )
Lunes 29 de octubre de 2012Yanet Aguilar Sosa | El Universal
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Sin excepción, todos los libros cartoneros que se hacen en América Latina, desde Argentina hasta México, tienen elementos comunes: sus portadas están hechas de cartón reciclado y suelen estar pintadas a mano o con intervenciones; son ediciones pegadas, engrapadas o cosidas; sus páginas interiores son impresiones caseras o fotocopiadas; los tirajes son mínimos, si acaso superan los 20 ejemplares en su primera edición; pero ante todo son libros completamente artesanales y su aspecto físico es naturalmente tosco.
La historia reciente ha demostrado que producir libros artesanales es cosa sencilla, que es una manera de darle salida a la creación de jóvenes autores y al talento de diseñadores y artistas “sin nombre”. Las editoras cartoneras conjugan literatura, artes plásticas, propuestas jóvenes y conciencia ecológica.
La base principal de estos libros que son considerados arte objeto es el cartón reciclado de las cajas de huevo, detergente, sopa, pañales, servilletas, electrodomésticos y todos aquellos productos que se empaquetan. Es un material tan maleable, que tras su vida útil vuelve a cobrar vida convertido en tapas de libros.
Desde 2003, cuando en Buenos Aires, Argentina, apareció la primera editorial cartonera del mundo, Eloísa Cartonera, la técnica y el deseo de confeccionar libros hechos a mano se regó por todo el continente e incluso fuera de él, han aparecido cartoneras en Chile, Perú, Paraguay, Bolivia, Uruguay, Madrid, Brasil, España, Mozambique y por supuesto México, donde hay más de 20 editoriales cartoneras, 100% artesanales.
Una de ellas es 2.0.1.2 Editorial, que no es la cartonera más antigua ni la más desarrollada, pero sí es un proyecto artesanal urbano comandado por un jovencito de 28 años que es poeta, autor, diseñador, editor, impresor y promotor de sus propios libros; que antes, junto con Héctor Hernández Montesinos, sostuvo Santa Muerte Cartonera y que ahora ha logrado un catálogo de más de 16 libros y plaquettes.
Libros-objeto a bajo costo
Yax Kin, el joven que ha ido conformando su propio taller en el departamento donde vive, en la colonia Narvarte, asegura que su propuesta nació “por la propia necesidad de hacer los libros pero también está el reto de la ciudad, cómo hacer libros artesanales en un ambiente urbano, esta es una editorial artesanal urbana”.
Sigue el mismo proceso de producción de todos los proyectos cartoneros que forman parte del movimiento artístico ecológico que se gestó hace casi una década en Argentina: recoge el cartón y lo recicla, diagrama, imprime y crea el libro de forma artesanal, plega las páginas, raya los lomos, las cose, les pega una tela de algodón y luego pega las pastas de cartón, y en varios les pone una sobre cubierta hecha a mano o con serigrafía.
Son libros-objeto que nacen del reciclado de cartón que todo mundo tira. “En el proyecto se juntan varias cosas, es una apuesta editorial, además de una apuesta por una poesía nueva; apostamos por las nuevas escrituras, por textos más híbridos que mezclan poesía y prosa”.
Cada libro que produce es diferente. Unos tienen las hojas azules, otros son voluminosos, otros de unas cuantas páginas, se guardan en envases de treta pak intervenidas por artistas; nunca hay una caja ni un libro igual; cada libro es algo particular, se trabaja con cada autor y al final se editan 10 o 20 ejemplares, luego los producen por demanda o para presentaciones y ferias de libros.
“Pensamos el libro desde el soporte y el objeto, es un proceso artesanal y producimos poco, se mueve a través de las presentaciones, de las ferias del libro, llega a los lectores que están interesados en este tipo de apuestas”, señala Yax Kin, quien dejó la carrera de filosofía en la UNAM no sólo para escribir su poesía sino para emprender este proyecto, que, dice, no impulsan las instituciones.
Una de las prioridades de 2.0.1.2 Editorial es hacer libros económicos y accesibles a todos; parten del hecho que la inversión no es alta, de que en realidad los materiales los recogen y, aunque invierten mucho tiempo en cada libro, intentan dar precios razonables para que no se vuelva un producto elitista.
“Hay que encontrar el balance para que no resulte un libro elitista porque eso pasa mucho con las editoriales artesanales, son muy bonitas pero terminan siendo para un grupo muy reducido que los puede adquirir; lo que buscamos es hacer libros y venderlos a un precio razonable de tal manera que el proyecto sea autosustentable, que lo que se gane se pueda seguir invirtiendo en seguir haciendo más libros”, afirma Yax Kin.
Así han publicado títulos como El sueño de Visnu de David Meza, El sol verde de Yazkin Melchy, La sed de los oráculos de Nicole Cecilia Delgado, RQIEM de Víctor Ibarra, Varaderos de la vida varia de Pauli Apóstoli y Mi país es un zombi, una antología de poesía sobre la violencia.
En ese trabajo de promoción y difusión de los materiales es muy importante internet; han confirmado que en esta labor se conjunta la artesanía con los medios electrónicos, allí salen las convocatorias para diseñadores y artistas gráficos, allí se establecen contactos pues una de las pretensiones de las cartoneras es hacer una literatura latinoamericana, también internet es un canal de difusión, suben todos sus contenidos porque creen en el Creative Commons y en el copyleft.
Taller Leñateros, el colectivo editorial que de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, en el que participan artistas mayas bajo la dirección de la poeta Ámbar Past, es un referente para muchos cartoneros y lo es para Yax Kin; ellos han demostrado que en los libros se puede utilizar el material que para otros son desechos. Yax Kin dice que “lo que para otros es basura para nosotros es material reutilizable”.
Con esa conciencia han nacido varias cartoneras en el país y se han producido muchos libros. Ofrecen talleres a lo largo del año y cada encuentro es para refrendar las cosas que tienen en común. Desde hace dos años han participado en la Feria del Libro en el Zócalo, ayer concluyeron su presencia en ese espacio donde se encontraron 2.0.1.2 Editorial, La Verdura Cartonera, La Cartonera de Cuernavaca, Segus y Café con Leche, entre otras tantas editoriales pequeñitas.
También participan en todas las ferias y festivales donde los convidan; el 2 de noviembre muchas cartoneras pondrán a la venta sus productos en la feria del libro artesanal independiente dentro del Festival de Poesía Subterráneo, en el Centro Cultural La Pirámide, que arranca el 28 de octubre, y luego se encontrarán en el festival de literatura expandida en el Museo Universitario del Chopo.
Sin embargo, durante todo el año hay un lugar donde se encuentran sus libros al alcance del público, en lo que desde hace algunos años han denominado Espacio cartonero, que es un librero que se exhibe en la cafetería Global Cómic, en La Condesa donde hay libros cartoneros hechos en México y hechos en otros países.
En México hay una fuerte presencia de cartoneros, destacan: La Cartonera, de Cuernavaca; La Ratona Cartonera, de Oaxaca; Mamá Dolores Cartonera, en Querétaro; La Regia Cartonera, en Monterrey; Kodama Cartonera, en Tijuana; Cohuiná Cartonera, en Chiapas; La Casamanita, en México; La Cleta Cartonera, en Puebla; y La Rueda Cartonera, en Guadalajara, entre muchas otras.
Todos los editores cartoneros han dado salida a sus expresiones literarias, al tiempo que hacen una labor ecológica, trabajan de manera independiente y buscan tener proyectos autosustentables; algunos persiguen fines sociales, por eso trabajan con niños indígenas, con muchachos de la calle o mujeres recluidas en cárceles.
La más antigua de las editoriales, Eloísa Cartonera, asegura que hacer un libro es cosa sencilla. Que si acaso se requiere compromiso con la ecología y un deseo de ofrecer una alternativa editorial ante el mercado editorial tan globalizado; lo hacen en pequeño, en sus casas o departamentos, ayudados con una impresora láser o de inyección de tinta, con una pequeña prensa, una segueta, resistol y, por supuesto, mucho cartón.
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