EL PRESIDENCIALISMO DE PANTALLA, DERROTA DEL PRI
El presidencialismo de pantalla, derrota del PRI
Confunden la comunicación política con la mercadotecnia
Tras escudriñar durante cinco años la figura de Enrique Peña Nieto, el reportero afirma que esa táctica de gobierno es el resultado de la alternancia fallida:
en los dos sexenios panistas creció el poder mediático al amparo de la destrucción de la institución presidencial, asevera
Foto Carlos Cisneros
Blanche Petrich
Periódico La Jornada
Sábado 20 de octubre de 2012, p. 12
Sábado 20 de octubre de 2012, p. 12
Durante cinco años, Jenaro Villamil ha escudriñado la figura del hoy presidente electo Enrique Peña Nieto, en particular la forma como su imagen se construyó y se proyectó desde las pantallas de los consorcios televisivos. Como reportero, cultivó fuentes de información que le proporcionaron documentos internos; como observador advirtió desde sus inicios la gestión de una
operación encubierta, que culminó con el resultado electoral que regresará al PRI a Los Pinos.
Como periodista especializado en la cultura y la industria mediática, siguió sus pistas, las sistematizó, escribió sin parar –en Proceso, en su blog Homozapping, en publicaciones diversas– y recientemente publicó su tercer libro sobre el tema, Peña Nieto, el gran montaje.
Ahí plantea su tesis: el gobierno del mexiquense será un
presidencialismo de pantalla. Antiguo colaborador de este diario, el periodista yucateco explica:
–Este
presidencialismo de pantallaes un resultado de la alternancia fallida. En los dos sexenios panistas creció el poder mediático al amparo de la destrucción de la institución presidencial. Vicente Fox socavó la institución. Felipe Calderón intentó ejercer un presidencialismo excesivo en su presencia mediática y gastó, según cifras oficiales, 19 mil 720 millones de pesos en comunicación social; 50 por ciento más que el gobierno anterior. A pesar de este dispendio, termina como el mandatario menos respetado, menos querido.
Comunicación política y mercadotecnia: una confusión
–¿Por qué falla?
–Porque el presidencialismo de pantalla confunde la comunicación política con la mercadotecnia. Creen que por gastar mucho en espots, campañas, imagen, se comunica mejor. Esa confusión la viene acarreando Peña. Por eso él es un rehén de los medios, que le hacen creer que lo importante no es ser, sino parecer. Parecer eficaz, parecer fuerte, aunque no lo sea.
Por eso, la figura de un presidencialismo de pantalla es una metáfora, porque es falso. La llegada de Peña Nieto a esta presidencia de montaje no es una victoria del PRI, sino su derrota; Peña Nieto no representa la continuidad de un sistema priísta modernizado sino la derrota del PRI como un partido que garantizaba la interlocución con los grupos corporativos. El poder presidencial ya sólo tiene interlocución consigo mismo y con los grupos de interés.
–Mientras, ¿qué pasa en los corporativos mediáticos?
–Lo que mejor describe el sistema del pasado es la famosa frase del TigreAzcárraga:
somos soldados del PRI. Ahora todos los políticos son soldados de Televisa. El desgaste empieza con Salinas. Él es el presidente contemporáneo con menor votación y por convicción y por proyecto hace una alianza con las ultraderechas. Las mismas fuerzas de ultraderecha contra las que 20, 30 años antes Manuel Buendía había alertado en su trabajo periodístico. Es con esa derecha con la que Salinas pretende gobernar, disfrazado de liberal y reformista.
–¿Pretendió gobernar en 1988 o pretende, hoy en día?
–Desde el 88 hasta ahora. Son los mismos actores, con él y con Ernesto Zedillo, aunque sean adversarios. Pero el modelo de ambos es idéntico. Y con Enrique Peña Nieto; atrás de él está la ultraderecha provinciana, originaria de Atlacomulco, que además es profundamente corrupta.
Manuel Buendía, visionario
–Manuel Buendía, autor de la columnaRed privada que por años se publicó en el antiguo Excélsior y quien fue asesinado en 1984, describía al entonces monopolio como el
administrador de la felicidad nacional; cero crítica al autoritarismo del régimen de partido único.
–Buendía y los periodistas críticos de la época sabían que la televisora era un problema cultural, pero no era un problema político. Ahora es las dos cosas. Él pertenecía, a final de cuentas, a esa ala de centro izquierda del PRI. En sus columnas advirtió sobre la expansión del poder de la ultraderecha electrónica, clerical, financiera y empresarial. Es la misma ultraderecha que está detrás de Peña. Y un ingrediente más: el narcopoder. que fue el que lo llevó a la muerte. En ese sentido creo que Buendía fue un visionario de los escenarios que 30 años después se están concretando.
El periodista Jenaro Villamil, durante la entrevista con La Jornada Foto Carlos Cisneros
–Otro de los ingredientes que Buenía documentó era
la embajada; la intervención de Estados Unidos. ¿Hoy dónde ubicamos este factor?
–Los cables que ustedes en La Jornada filtraron de Wikileaks dan una idea perfecta de que ellos sabían cómo se estaba armando el gran montaje de Peña Nieto, cómo compraban encuestadoras, los convenios encubiertos de Televisa y Peña, cómo estaba vinculado a las redes de corrupción de Arturo Montiel. Y sin embargo, Estados Unidos no hace nada, más bien utiliza esa información para obtener beneficios estratégicos.
–Del narcopoder en el montaje de Peña Nieto ¿qué es lo que puedes poner sobre la mesa?
–No mucho. Yo llego al asunto de Peña Nieto y Televisa sólo a través de documentos, no por intuiciones. Pero la misma documentación nos permite observar el despilfarro. Esto le ha costado al país muchos miles de millones de pesos. Con una opacidad tan grande en los convenios de publicidad la pregunta obvia es ¿hasta dónde el presidencialismo de pantalla no también está encubriendo operaciones de triangulación de fondos y lavado de dinero? Esto no lo incluí en el libro porque no tenía los elementos en la mano.
Y de pronto, surge el caso de las camionetas de Televisa en Nicaragua.
Televisoras: fecha de caducidad
–Frente al dominio del duopolio en la circulación de información y en las telecomunicaciones ¿qué cartas propias puede jugar el equipo de Peña Nieto?
–Tendría que tomar decisiones de Estado. Y la más clara es la que ha planteado el movimiento #YoSoy132, con toda simpleza: si no se democratiza el régimen de medios de comunicación no se va a democratizar el sistema político y por lo tanto el próximo presidente va a ser un rehén de esos poderes e intereses. Pero creo que ni lo entiende ni le interesa.
–¿Se puede hacer sin tocar la punta de la pirámide?
–Lo único que se puede contraponer a esa hegemonía de los medios analógicos es el acceso a la banda ancha digital. Aquí ya hay una tendencia irreversible. El poder de Televisa se está minando desde aquí, desde las audiencias digitales que ya desertaron de la televisión. Ese es el verdadero problema para Televisa y para Peña Nieto. Esos consumidores de información por banda ancha son los que están generando la crítica. Son pocos pero muy efectivos y con argumentos muy convincentes.
–El poder de la comunicación a través de la banda ancha se traduce en redes sociales, en mayor circulación de opinión crítica, en medios alternativos. ¿Puede decirse que el poder de la televisión tiene fecha de caducidad?
–Es paradójico pero sí. El momento de mayor poder de Televisa es el momento de menor credibilidad y eso sólo se puede explicar porque ya hay otros canales de expresión. Las mayorías van a seguir viendo Televisa, pero con otra óptica. Y hay generaciones nuevas que ya no ven televisión. Y son los votantes del futuro.
Enlaces:
Comentarios