FALLECE EMERITA MARTÍNEZ, PIONERA DE LAS CARAVANAS EN BUSCA DE MIGRANTES
En octubre visitó una vez más México y destacó por su buen ánimo y sonrisa constantes
Fallece Emeteria Martínez, pionera de las caravanas en busca de migrantes
Durante casi 20 años buscó a su hija, hasta que en 2010 la localizó cerca de la ciudad de México
Emeteria Martínez visitó Las Patronas, en Veracruz, en octubre pasadoFoto Sergio Hernández
Blanche Petrich
Periódico La Jornada
Miércoles 9 de enero de 2013, p. 11
Miércoles 9 de enero de 2013, p. 11
Entre las mujeres centroamericanas que apenas en octubre pasado cruzaron la república mexicana buscando a sus hijos, migrantes desaparecidos en el trayecto, una de ellas destacaba: morena, vestida humildemente, aguantando estoica los rigores de la travesía, igual que las demás, ella resplandecía. Emeteria Martínez, hondureña, nativa de El Yoro, campesina y trabajadora doméstica, no tenía, como las otras, la sombra del dolor más hondo en la cara, sino un ánimo y una sonrisa constantes. Era el brazo fuerte en la que todas se apoyaban.
Cuando su hija Ana Marlén Ortiz partió de su pueblo hacia el norte, hace 21 años –mucho antes de que las redes telefónicas alcanzaran todos los rincones del mundo–, Emeteria empezó su búsqueda. A ciegas, al principio. Después, tejiendo redes. Fue pionera en las caravanas de familiares en búsqueda de migrantes de Centroamérica. Finalmente, en noviembre de 2010 encontró a Ana Marlén, cerca de la ciudad de México, ya de 40 años, casada. Este rencuentro con final feliz puso los reflectores de los medios de comunicación en la labor de estas caravanas organizadas por el Movimiento Migrante Mesoamericano (MMM).
Emeteria declaró, en muchas entrevistas que le hicieron en ese momento, que finalmente el alma le había vuelto al cuerpo. Pero no se retiró a su casa en El Yoro, a cuidar a sus demás hijos –tiene seis– y a sus numerosos nietos. Siguió acudiendo cada semana a su programa de Radio Progreso, promoviendo la búsqueda de migrantes hondureños perdidos en la tierra de nadie en la que se ha convertido la ruta migratoria en su paso por México. Siguió viajando al aeropuerto de San Pedro Sula para recibir a los migrantes deportados, jóvenes que llegaban con los sueños rotos. Algunos, además, con los cuerpos mutilados.
Ahí en la radio nos reunimos cada semana. Si nos llama una madre, un familiar que se le perdió el hijo, la hija, les decimos qué papeles juntar, vamos haciendo su expediente, y luego empezamos la búsqueda. Nadie pensaba que Emeteria, a sus 74 años, padeciera una severa insuficiencia cardiaca, al verla tan diligente. Entre sus muchos quehaceres se había hecho cargo de 26 migrantes amputados –hombres y mujeres, en su mayoría entre los 20 y los 30 años, con hijos– a quienes canalizaba en el Teletón hondureño para que pudieran tener sus prótesis y su rehabilitación. Y sobre todo ofrecía la mano y el oído atento a los que regresaban con las manos vacías después de intentar el viaje a la utopía, inútilmente.
En octubre volvió a México, acompañando a sus compatriotas en la caravana Liberando la esperanza. Ella traía los expedientes de al menos 200 migrantes desaparecidos, solamente del departamento de El Yoro, de los más de 600 casos registrados en Honduras. Era su octava caravana. En los largos trayectos de los autobuses del convoy, recorría los pasillos, animando a sus compañeras de viaje.
Yo deseo, yo creo, yo espero que a mí me pase lo de doña Emeteria, me decía una de ellas cuando la organizadora se alejaba dando tumbos hacia el fondo del autobús.
Yo sé que para ellas yo soy como la esperanza, me dijo Emeteria.
Por eso sigo viniendo a las caravanas. No voy a dejarlas solas.
Pero su corazón dispuso otra cosa. Sufrió dos infartos y una embolia en los meses recientes. Rubén Figueroa, activista tabasqueño del MMM, la fue a visitar al hospital, en Honduras, apenas hace dos semanas. “Nos apretamos fuerte la mano. Ella me pidió que les diera las gracias a todos por acá. Yo le dije que las gracias se las damos nosotros a ella. ‘Tú eres la guerrera’, le dije”.
Ayer, a las 4:45 de la madrugada, su vida se apagó.
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