ME SIENTO BIEN Y MAL

 
Me siento bien y mal
Gil Gamés
 
Con la novedad de que somos felices. Así lo demuestra la primera Encuesta Nacional de Bienestar elaborada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi). Si están parados, siéntense (no empecemos): 47.5% de los mexicanos aseguró estar satisfecho con su vida; 36.1% mencionó sentirse moderadamente satisfecho; 11.8%, poco satisfecho y el 4.8% restante dijo estar insatisfecho. Repantigado en el mullido sillón del amplísimo estudio, Gil recordó la gran sentencia de George Bernard Shaw: la estadística es una ciencia que demuestra que si mi vecino tiene dos coches y yo ninguno, los dos tenemos uno.
Gamés no es nadie para desconfiar del Inegi, pero diantres, algo se quema en la estufa. Quizá los lugares en que Gilga se desempeña no pertenecen a este mundo; a donde va, Gil encuentra gente que echa espumarajos por la boca, dice majaderías contra sus semejantes, insulta al que se deja, le mete el pie al vecino, fastidia al prójimo. Cierto: puede ser que esa forma de vida le traiga satisfacción al mexicano. Me siento de lo más satisfecho, engañé a varios paisanos, robé a viejitas, despojé a ciegos, qué bien me siento.
Gamés oye los comentarios inverecundos: lo que nos faltaba, que este gacetillero insultara al mexicano. Si la lectora y el lector ven una mayoría de conductas contrarias al individualismo, el egoísmo, la mala onda, la poca solidaridad es que Gilga, en efecto, vive en otro planeta y el resto de la humanidad en un falansterio.
Gil cavila y hesita: ¿se puede medir la emoción mediante una encuesta, ¿es posible trazar en un cuadro la intimidad? Van a perdonar, pero algo le dice a Gamés que eso es imposible. Un encuestador toca a la casa de usted y le pregunta a Gil: del uno al diez, donde uno es poco o nada y diez mucho y todo: ¿está usted satisfecho con su vida? Gamés se lleva los dedos índice y pulgar al nacimiento de la nariz y medita frente al encuestador: sí, muy satisfecho, ¡nueve! Al cerrar la puerta Gil despotrica: ¡esta vida es una mierda! ¿Quién era?, pregunta la señora Gamesa, y Gamés contesta: un comprador de ilusiones.
No estamos para montar y desmontar la ontología mexicana, pero en honor a la verdad (gran fórmula) somos mentirosos. Según Eduardo Sojo, presidente del Inegi, “los mexicanos se sienten satisfechos principalmente en su vida familiar, autonomía, salud, vida afectiva y con su apariencia, en tanto que el tiempo disponible, la educación y la vivienda son los rubros peor calificados”. Aiwey.
El sentido común de Gamés lo lleva en andas; por cierto, alguien dijo que el sentido común es la intuición de la verdad. Entonces, cómo rayos puede una persona sentirse satisfecha si su casa es un chiquero, su educación no sirve para maldita la cosa y no tiene tiempo ni para un rapidito al desgaire. Que el mexicano se sienta satisfecho con su apariencia ha impresionado a Gilga, tanto que se acordó de lo que escribió Monsiváis en un ensayo cuyo tema era el alma de lo popular: no es que esté feo, es que estoy mal envuelto.
Gil no quisiera molestar al señor Sojo, pero su encuesta está un poco rara; en fin, si se trata de creer, Gil cree y punto com. De ahora en adelante, cada vez que Gilga vea a un hombre o una mujer blasfemar y quejarse de su existencia miserable, la cosa será fácil: usted a callar porque se ha demostrado su satisfacción y buen arreglo con la vida.
La famosa máxima de Mark Twain espetó dentro del ático: “Hay tres clases de mentiras: la mentira, la maldita mentira y las estadísticas”.
Gil s’en va
gil.games@razon.com.mx
Twitter:
@GilGamesX

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