EL IMPACTO DE LAS MINERAS CANADIENSES EN MÉXICO
22.03.2012
El impacto de las mineras canadienses en México
Víctor Martín Gómez
Rebelión
La industria de la minería está muy presente en México dado que es un país con un terreno rico en minerales y perfecto para ser explotado. Desde 1994, año en que entró en vigor el TLC con Estados Unidos y Canadá, las empresas norteamericanas han entrado de lleno en el territorio mexicano para hacerse con los recursos que aquí habitan.
Mención especial merecen las mineras canadienses. Éstas cuentan con el apoyo y el permiso del gobierno federal y de las autoridades estatales para explotar la tierra mexicana, lo cual hace muy fácil su estancia. Al permiso hay que añadir los bajos impuestos que pagan por establecerse en estas tierras.
La única resistencia que encuentran es la de los habitantes de las zonas donde se asientan las minas. Para ello, las empresas recurren a la represión violenta. Suelen tener servicios de seguridad que, armados y contando con el beneplácito de las autoridades locales, se enfrentan, disparan y abaten a los manifestantes que protestan ante las minas. En la mina de Cuzcatlán, en San José del Progreso (Oaxaca), en enero los operarios cortaron los caminos que van al municipio, rompiendo así los servicios de agua potable que abastecen al pueblo. Ante la protesta de los ciudadanos, el asunto acabó en un tiroteo de los servicios de seguridad y varios vecinos heridos. El pasado jueves 15 de marzo era asesinado a balazos Bernardo Vásquez, dirigente de la Asamblea de Pueblos Unidos del Valle de Ocotlán, por ser un firme activista en contra de la mina Cuzcatlán que pertenece a la compañía canadiense Fortuna Silver Mines. Ese mismo día, ese fatídico jueves, era asesinado también el tesorero del Comisariado de Bienes Comunales de la comunidad de Magdalena Apazco, Joel Roque Jiménez Cruz. El 18 de enero moría Bernardo Méndez en similares condiciones. La represión es un hecho: a quien protesta, se le dispara.
En un primer momento, para echar a las comunidades indígenas y campesinas que suelen habitar en estos terrenos, las compañías mineras recurren al pago de suculentas cantidades de dinero. Esas cantidades parecen cuantiosas al principio, pero a largo plazo se vuelven irrisorias (cobrar unas migajas por abandonar tu tierra se acaba convirtiendo en el pago de un alto precio).
Los autóctonos se quejan dado que la producción minera no deja ni recursos ni beneficios en tierra local. Todo se marcha fuera, de vuelta al Norte. Raúl Delgado Wise, investigador del Centro de Estudios del Desarrollo de la Universidad Autónoma de Zacatecas, habla sobre la situación en el municipio de Mazapil (en el desierto del Estado de Zacatecas) con la mina Peñasquito, propiedad de la compañía canadiense Gold Corp Inc., una empresa que “no significa gran cosa para Zacatecas, porque realmente no repercute en el desarrollo de la entidad”. Además, añade, “ha significado una fuga de recursos para la entidad, porque los impuestos no se quedan, sólo deja una secuela de destrucción ecológica tremenda”.
Efectivamente, lo que dejan las mineras es una mala y precaria situación de sus trabajadores y un impacto devastador en la ecología de la zona. La contaminación no es sólo presente; cuando la mina deja de funcionar, la región es imposible de ser recuperada tiempo después, pues la devastación ya se ha producido. Esto ha ocurrido, por ejemplo, con la mina Real de Ángeles en el municipio Noria de Ángeles (Zacatecas), de la empresa Frisco. Se da el caso de que los mayores proyectos de exploración se dan en las zonas más pobres del país. Las ganancias que tienen estas compañías no repercuten en la riqueza de dichas zonas, que siguen siendo las más pobres.
La Gold Corp Inc concentra ella sola una tercera parte de la producción total de oro en México. Como se lee en La Jornada, “según la Cámara Minera de México (Camimex) la mina de oro Los Filos,en el estado de Guerrero, produjo 213 mil 600 onzas de oro (más de seis toneladas); en tanto, El Sauzal, en Chihuahua, alcanzó las 274 mil 100 onzas (8.5 toneladas). Sumando las 86 mil 700 onzas de oro producidas en la unidad Tayoltitay las 20 mil onzas del proyecto Peñasquito, que en mayo de 2008 inició en etapa pre-operativa la lixiviación de mineral oxidado, Goldcorp Inc, propietaria de estas cuatro unidades, se convierte en la mayor productora de oro en México, representando 36 por ciento de la producción minera nacional, que tuvo un valor total en 2008 de cerca de 92 mil millones de pesos.” Siguiendo con La Jornada, mencionamos el caso de Great Panther, “la cual produjo 1.2 millones de onzas de plata, 6 mil 300 onzas de oro, 876 toneladas de plomo y mil 74 toneladas de zinc, provenientes de sus minas en Durango y Guanajuato”.
Hoy en día, Sonora es el Estado con más concesiones mineras en el país ya que cuenta con 4,213 de las 25.693 que existen en todo México. Un caso relevante es el de la mina de oro El Chanate, de la empresa Capital Gold. No obstante, se puede decir que las minas están repartidas por todo el país: mina El Castillo (de Castle Gold) en Durango; mina Zacualpan (de Impact Silver Corp) en el Estado de México; mina Cozamín (de Capstone Minino Corp) en Zacatecas; minas Bolañitos y Guanacevi (de Endeavour Silver Corp) en Guanajuato y Durango respectivamente; mina Nuestra Señora (de Scorpio Minino Corp) en Sinaloa; mina de oro y plata Dolores (de Minifinders Corp) en Chihuahua; y la compañía Tara Gold que opera en las minas Lluvia de Oro (en Sonora), Don Ramón y Lourdes (en Sinaloa). En San Luís Potosí el caso más notorio es el de la mina New Gold-Minera San Xavier, uno de los proyectos que más conflicto ha generado con los vecinos locales dadas las consecuencias que tiene el proyecto (contaminación de tierras y agua, aumento de enfermedades, destrucción ambiental, etc.). Las protestas antimineras se desatan por todo el país. Recurrimos de nuevo al diario La Jornada: "Son importantes las luchas de Chicomuselo, Chiapas; la de los opositores a la mina Caballo Blanco, en Veracruz; la de San José del Progreso y Capulalpan, en Oaxaca; la que se desarrolla en la región Costa-Montaña, en Guerrero; la de los huicholes en Jalisco, y varios municipios de Chihuahua, Sonora y Baja California, en el norte del país. Son la luchas antimineras más visibles, las que han trascendido el espacio local y sus voces inconformes son escuchadas mas allá de su localidad; la mayoría de ellas inclusive participan en la Red Mexicana de Afectados por la Minería (Rema) y la Asamblea Nacional de Afectados Ambientales".
En total, son más de 200 las empresas canadienses instaladas en todo el país. Salvador García, vicepresidente de Gold Corp Inc, reconoció en una entrevista que su compañía prevé duplicar su capacidad productiva en los próximos tres años, de modo que México le podría aportar hasta 50 por ciento del oro que produce. Su próximo proyecto es Camino Rojo. “No sabemos si Camino Rojo puede ser otro Peñasquito, pero las expectativas nos señalan que así puede ser” afirma este directivo canadiense que reconoce que hoy Peñasquito es la mina más importante de la compañía. Como leemos en El Porvenir, “En 2011, Goldcorp produjo 691 mil onzas de oro en las tres minas que tiene en México, un avance de 6.6 por ciento comparado con el año previo, cuando fueron 648 mil onzas”.
Queda claro que la explotación de estos recursos, su disfrute y sus beneficios no van destinados a la población local y ni siquiera nacional. Las cifras de las que hablamos son las que inflan ese notable crecimiento económico que tiene este país y que tanto gusta remarcar a los políticos. Desgraciadamente, la riqueza que se obtiene de esta situación ni se reparte ni se queda en casa. Los propietarios de estas empresas se enriquecen, no así los trabajadores de las minas ni los vecinos de las cercanías. Como se lee en La Jornada, "el ejemplo más claro es que Germán Larrea Mota Velasco, el principal accionista del consorcio minero Grupo México –el dueño de la mina Pasta de Conchos, colapsada por una explosión en febrero de 2006–, ocupa el cuarto lugar entre los multimillonarios mexicanos, y el 48 en el mundo, con una fortuna de 14 mil 200 millones de dólares". México, así como muchos países de América Latina, es sólo el campo de explotación para que los países del Norte puedan mantener el nivel de vida y de producción que tienen hoy en día. Se cumple así la premisa capitalista que viene a justificar, a modo desarrollista, que para que unos vivan bien, otros tienen que vivir mal. Los países del Sur siempre ocupan ese segundo lugar en beneficio de los norteños.
México no es el único, desde luego. Gold Corp Inc. tiene proyectos en Argentina (Cerro Negro), Chile (El Morro) y Quebec-Canadá (Eleonor). En Perú, por ejemplo, el caso de la mina Conga, en la región de Cajamarca, causó mucho revuelo y protestas por el peligro que suponía al vaciar cuatro lagunas. En Brasil o Panamá hay más proyectos. Estos son sólo unos pocos casos. América Latina está llena de ellos.
Resulta obvia la incidencia que tiene la llegada de empresas internacionales a estos territorios. Desestabilizan la economía local, trastocan la vida de los lugareños (en todos sus ámbitos), ejercen su dominio sobre el territorio, acaban con los ecosistemas y con la diversidad ecológica del lugar y se lucran con la sobre explotación de unos recursos naturales limitados. La colonización del siglo XXI no viene en carabelas ni trae espejos. No obstante, a pesar de la represión que se ejerce, a pesar del poder que tienen estas grandes compañías, los grupos locales se organizan y se enfrentan a esta injusticia que tienen que sufrir día tras día. Nunca van a dejarse ser sometidos. Este conflicto presente lleva años vivo y así seguirá durante años.
Fuentes:
http://www.jornada.unam.mx/ 2009/07/18/economia/022n1eco
http://zapateando.wordpress. com/2011/12/20/promesas- vacias-de-las-mineras- canadienses-en-mexico-la- verdad-expuesta-mujeres- indigenas-protestan-contra- proyecto-minero-en-norte- peruano/
http://www.vanguardia.com.mx/ asesinanaopositordemineracanad ienseenoaxaca-1242661.html
http://www.jornada.unam.mx/ ultimas/2012/03/16/104132928- ejecutan-a-expolicia- ministerial-en-torreon/
http://www.radioformula.com. mx/notas.asp?Idn=232228
http://www.elporvenir.com.mx/ notas.asp?nota_id=570879
http://www.jornada.unam.mx/ 2012/03/16/opinion/026a2pol
http://mexico.indymedia.org/ spip.php?article1612
http://www.greenpeace.org/ mexico/es/Noticias/2009/ Noviembre/minera_sanxavier/
Mención especial merecen las mineras canadienses. Éstas cuentan con el apoyo y el permiso del gobierno federal y de las autoridades estatales para explotar la tierra mexicana, lo cual hace muy fácil su estancia. Al permiso hay que añadir los bajos impuestos que pagan por establecerse en estas tierras.
La única resistencia que encuentran es la de los habitantes de las zonas donde se asientan las minas. Para ello, las empresas recurren a la represión violenta. Suelen tener servicios de seguridad que, armados y contando con el beneplácito de las autoridades locales, se enfrentan, disparan y abaten a los manifestantes que protestan ante las minas. En la mina de Cuzcatlán, en San José del Progreso (Oaxaca), en enero los operarios cortaron los caminos que van al municipio, rompiendo así los servicios de agua potable que abastecen al pueblo. Ante la protesta de los ciudadanos, el asunto acabó en un tiroteo de los servicios de seguridad y varios vecinos heridos. El pasado jueves 15 de marzo era asesinado a balazos Bernardo Vásquez, dirigente de la Asamblea de Pueblos Unidos del Valle de Ocotlán, por ser un firme activista en contra de la mina Cuzcatlán que pertenece a la compañía canadiense Fortuna Silver Mines. Ese mismo día, ese fatídico jueves, era asesinado también el tesorero del Comisariado de Bienes Comunales de la comunidad de Magdalena Apazco, Joel Roque Jiménez Cruz. El 18 de enero moría Bernardo Méndez en similares condiciones. La represión es un hecho: a quien protesta, se le dispara.
En un primer momento, para echar a las comunidades indígenas y campesinas que suelen habitar en estos terrenos, las compañías mineras recurren al pago de suculentas cantidades de dinero. Esas cantidades parecen cuantiosas al principio, pero a largo plazo se vuelven irrisorias (cobrar unas migajas por abandonar tu tierra se acaba convirtiendo en el pago de un alto precio).
Los autóctonos se quejan dado que la producción minera no deja ni recursos ni beneficios en tierra local. Todo se marcha fuera, de vuelta al Norte. Raúl Delgado Wise, investigador del Centro de Estudios del Desarrollo de la Universidad Autónoma de Zacatecas, habla sobre la situación en el municipio de Mazapil (en el desierto del Estado de Zacatecas) con la mina Peñasquito, propiedad de la compañía canadiense Gold Corp Inc., una empresa que “no significa gran cosa para Zacatecas, porque realmente no repercute en el desarrollo de la entidad”. Además, añade, “ha significado una fuga de recursos para la entidad, porque los impuestos no se quedan, sólo deja una secuela de destrucción ecológica tremenda”.
Efectivamente, lo que dejan las mineras es una mala y precaria situación de sus trabajadores y un impacto devastador en la ecología de la zona. La contaminación no es sólo presente; cuando la mina deja de funcionar, la región es imposible de ser recuperada tiempo después, pues la devastación ya se ha producido. Esto ha ocurrido, por ejemplo, con la mina Real de Ángeles en el municipio Noria de Ángeles (Zacatecas), de la empresa Frisco. Se da el caso de que los mayores proyectos de exploración se dan en las zonas más pobres del país. Las ganancias que tienen estas compañías no repercuten en la riqueza de dichas zonas, que siguen siendo las más pobres.
La Gold Corp Inc concentra ella sola una tercera parte de la producción total de oro en México. Como se lee en La Jornada, “según la Cámara Minera de México (Camimex) la mina de oro Los Filos,en el estado de Guerrero, produjo 213 mil 600 onzas de oro (más de seis toneladas); en tanto, El Sauzal, en Chihuahua, alcanzó las 274 mil 100 onzas (8.5 toneladas). Sumando las 86 mil 700 onzas de oro producidas en la unidad Tayoltitay las 20 mil onzas del proyecto Peñasquito, que en mayo de 2008 inició en etapa pre-operativa la lixiviación de mineral oxidado, Goldcorp Inc, propietaria de estas cuatro unidades, se convierte en la mayor productora de oro en México, representando 36 por ciento de la producción minera nacional, que tuvo un valor total en 2008 de cerca de 92 mil millones de pesos.” Siguiendo con La Jornada, mencionamos el caso de Great Panther, “la cual produjo 1.2 millones de onzas de plata, 6 mil 300 onzas de oro, 876 toneladas de plomo y mil 74 toneladas de zinc, provenientes de sus minas en Durango y Guanajuato”.
Hoy en día, Sonora es el Estado con más concesiones mineras en el país ya que cuenta con 4,213 de las 25.693 que existen en todo México. Un caso relevante es el de la mina de oro El Chanate, de la empresa Capital Gold. No obstante, se puede decir que las minas están repartidas por todo el país: mina El Castillo (de Castle Gold) en Durango; mina Zacualpan (de Impact Silver Corp) en el Estado de México; mina Cozamín (de Capstone Minino Corp) en Zacatecas; minas Bolañitos y Guanacevi (de Endeavour Silver Corp) en Guanajuato y Durango respectivamente; mina Nuestra Señora (de Scorpio Minino Corp) en Sinaloa; mina de oro y plata Dolores (de Minifinders Corp) en Chihuahua; y la compañía Tara Gold que opera en las minas Lluvia de Oro (en Sonora), Don Ramón y Lourdes (en Sinaloa). En San Luís Potosí el caso más notorio es el de la mina New Gold-Minera San Xavier, uno de los proyectos que más conflicto ha generado con los vecinos locales dadas las consecuencias que tiene el proyecto (contaminación de tierras y agua, aumento de enfermedades, destrucción ambiental, etc.). Las protestas antimineras se desatan por todo el país. Recurrimos de nuevo al diario La Jornada: "Son importantes las luchas de Chicomuselo, Chiapas; la de los opositores a la mina Caballo Blanco, en Veracruz; la de San José del Progreso y Capulalpan, en Oaxaca; la que se desarrolla en la región Costa-Montaña, en Guerrero; la de los huicholes en Jalisco, y varios municipios de Chihuahua, Sonora y Baja California, en el norte del país. Son la luchas antimineras más visibles, las que han trascendido el espacio local y sus voces inconformes son escuchadas mas allá de su localidad; la mayoría de ellas inclusive participan en la Red Mexicana de Afectados por la Minería (Rema) y la Asamblea Nacional de Afectados Ambientales".
En total, son más de 200 las empresas canadienses instaladas en todo el país. Salvador García, vicepresidente de Gold Corp Inc, reconoció en una entrevista que su compañía prevé duplicar su capacidad productiva en los próximos tres años, de modo que México le podría aportar hasta 50 por ciento del oro que produce. Su próximo proyecto es Camino Rojo. “No sabemos si Camino Rojo puede ser otro Peñasquito, pero las expectativas nos señalan que así puede ser” afirma este directivo canadiense que reconoce que hoy Peñasquito es la mina más importante de la compañía. Como leemos en El Porvenir, “En 2011, Goldcorp produjo 691 mil onzas de oro en las tres minas que tiene en México, un avance de 6.6 por ciento comparado con el año previo, cuando fueron 648 mil onzas”.
Queda claro que la explotación de estos recursos, su disfrute y sus beneficios no van destinados a la población local y ni siquiera nacional. Las cifras de las que hablamos son las que inflan ese notable crecimiento económico que tiene este país y que tanto gusta remarcar a los políticos. Desgraciadamente, la riqueza que se obtiene de esta situación ni se reparte ni se queda en casa. Los propietarios de estas empresas se enriquecen, no así los trabajadores de las minas ni los vecinos de las cercanías. Como se lee en La Jornada, "el ejemplo más claro es que Germán Larrea Mota Velasco, el principal accionista del consorcio minero Grupo México –el dueño de la mina Pasta de Conchos, colapsada por una explosión en febrero de 2006–, ocupa el cuarto lugar entre los multimillonarios mexicanos, y el 48 en el mundo, con una fortuna de 14 mil 200 millones de dólares". México, así como muchos países de América Latina, es sólo el campo de explotación para que los países del Norte puedan mantener el nivel de vida y de producción que tienen hoy en día. Se cumple así la premisa capitalista que viene a justificar, a modo desarrollista, que para que unos vivan bien, otros tienen que vivir mal. Los países del Sur siempre ocupan ese segundo lugar en beneficio de los norteños.
México no es el único, desde luego. Gold Corp Inc. tiene proyectos en Argentina (Cerro Negro), Chile (El Morro) y Quebec-Canadá (Eleonor). En Perú, por ejemplo, el caso de la mina Conga, en la región de Cajamarca, causó mucho revuelo y protestas por el peligro que suponía al vaciar cuatro lagunas. En Brasil o Panamá hay más proyectos. Estos son sólo unos pocos casos. América Latina está llena de ellos.
Resulta obvia la incidencia que tiene la llegada de empresas internacionales a estos territorios. Desestabilizan la economía local, trastocan la vida de los lugareños (en todos sus ámbitos), ejercen su dominio sobre el territorio, acaban con los ecosistemas y con la diversidad ecológica del lugar y se lucran con la sobre explotación de unos recursos naturales limitados. La colonización del siglo XXI no viene en carabelas ni trae espejos. No obstante, a pesar de la represión que se ejerce, a pesar del poder que tienen estas grandes compañías, los grupos locales se organizan y se enfrentan a esta injusticia que tienen que sufrir día tras día. Nunca van a dejarse ser sometidos. Este conflicto presente lleva años vivo y así seguirá durante años.
Fuentes:
http://www.jornada.unam.mx/
http://zapateando.wordpress.
http://www.vanguardia.com.mx/
http://www.jornada.unam.mx/
http://www.radioformula.com.
http://www.elporvenir.com.mx/
http://www.jornada.unam.mx/
http://mexico.indymedia.org/
http://www.greenpeace.org/
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