CORDERO, LA ASPAN y 2012
19.09.2011
Cordero, la Aspan y 2012
Carlos Fazio
integraciónde América del Norte y el control de México por el estamento militar estadunidense. Allí se consumaron una serie de acuerdos ejecutivos secretos con Estados Unidos, que combinan la entrega de los recursos geoestratégicos con la militarización subordinada del país. Cordero, sustituto forzado de Mouriño, es el hombre del continuismo calderonista.
En realidad, el proyecto imperial arranca en 1941, cuando el Consejo de Relaciones Exteriores de Nueva York –el más influyente tanque pensante de la élite estadunidense– redefinió el concepto de
gran área(símil del espacio vital nazi) y optó por un modelo de
integracióneconómica vertical de sus vecinos, que incluía inversiones, colonización y control político abierto.
Como quedó asentado en los Estudios de guerra y de paz, Estados Unidos debía generar
mayor dependenciamediante mercados seguros de materias primas, y en caso de que eso fracasase, a través del control de territorios mediante
la inversión y la dominación político militar. En 1942, el geopolítico estadunidense Nicholas J. Spykman ubicó a México dentro del
Mediterráneo americano, junto con Centroamérica, Colombia, Venezuela y el cinturón de islas del Caribe. Para su antecesor, Alfred Mahan, renovador de la visión expansionista del destino manifiesto, esa región era
vitalpara Washington y debía permanecer bajo su exclusiva e indisputada tutoría.
Eso implica para México, Colombia y Venezuela una situación de absoluta dependencia con respecto a Estados Unidos, de libertad meramente nominal, asentó con crudeza Spykman.
Medio siglo después, el resultado más acabado de ese proyecto
imperial fue el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (1994),
seguido del Plan Colombia y el Plan Puebla Panamá (PPP) como caballos de
Troya del Área de Libre Comercio de las Américas, prevista para 2005.
Si bien el ALCA fracasó en Mar del Plata, ese mismo año Washington logró
consolidar un
perímetro común de seguridad(o
fronteras inteligentes) mediante la Alianza para la Seguridad y la Prosperidad de América del Norte (Aspan o TLC militarizado). Y en 2008 rebautizó el PPP como Iniciativa Mesoamericana, incorporando a Colombia. Al designio de Spykman en los años cuarenta sólo escapan hoy Cuba y Venezuela, naciones sometidas a constantes operaciones encubiertas de desestabilización.
Al amparo de una campaña de saturación propagandística que logró imponer la
guerra al terrorismoen la agenda mediática, la consolidación de Norteamérica como espacio económico había sido antecedida, en 2002, por la creación del Comando Norte del Pentágono. La proyección espacial del NorthCom, que abarca Canadá, México, porciones del Caribe (Cuba incluida) y aguas contiguas en los océanos Pacífico y Atlántico (en particular el golfo de México), tiene que ver con la geografía, la política, la economía capitalista y lo militar como complemento bélico de la
integraciónvertical de América del Norte; como
zona segurade abasto de petróleo, gas natural, agua, uranio y biodiversidad para la economía estadunidense, contenida en el documento Nuevos horizontes, del Centro de Estudios Estratégicos Internacionales, con sede en Washington, difundido una semana después de los atentados del 11 de septiembre de 2001.
Con eje en los suministros de Canadá y México a Estados Unidos, la creación de un
mercomún energéticode América del Norte formaba parte de un viejo proyecto geoestratégico de la época de Ronald Reagan (1979). Desde entonces, un objetivo central de Washington ha sido consumar el desmantelamiento parcial de Petróleos Mexicanos (Pemex).
En mayo de 2005, dos meses después de la creación de la Aspan, se divulgó el informe Construcción de una comunidad de América del Norte,
en cuya elaboración participaron un grupo de mercaderes comisionistas
locales, como el embajador Andrés Rozental, el salinista Pedro Aspe y el
ex subsecretario de Comercio, Luis de la Calle. Pero el embate final
del complejo militar industrial estadunidense comenzó inmediatamente
después del fraude electoral de julio de 2006, cuando en plena
transición y bajo la batuta del secretario de Defensa, Donald Rumsfeld,
Mouriño, Sarukhán y Cordero asistieron en el hotel Fairmont Banff
Springs, de Alberta, Canadá, a un cónclave secreto con ministros, altos
ejecutivos –entre ellos los de la petrolera Chevron, Bechtel y Lockhedd
Martin, la mayor contratista de armas del mundo– y militares cinco
estrellas, incluido el almirante Tim Keating, jefe del Comando Norte.
Aprovechando el
ánimo reformistade Felipe Calderón y su equipo de transición, se habló entonces de cómo
ceder soberanía nacional a favor de una Norteamérica más fuerte. La reunión se centró en la interrelación entre los sistemas de defensa, militarización, seguridad nacional, fronteras, migración, producción de equipo militar y control sobre los recursos energéticos de Norteamérica.
En junio de 2008, el entonces secretario del Pentágono, Robert Gates,
anunció la incorporación de México al Comando Norte y recrudeció la
guerra de contrainsurgencia de Calderón, con saldo superior a 50 mil
muertos. El martes 13 llegó el embajador Anthony Wayne, presentó cartas
credenciales y entregó tres helicópteros Blak Hawk artillados a la
Marina, como signo de la afganización de México. Y por si fuera
poco, el general David Petraeus, director de la Agencia Central de
Inteligencia (CIA), convertida en una organización paramilitar según The Washington Post, fue el
invitado especialde Sarukhán en la embajada en Washington, para conmemorar el 201 aniversario del inicio de la… Independencia.
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