FANNY ENRIGUE, POR LA SENDA DE LOS MALDITOS

Fanny Enrigue, por la senda de los malditos

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Para la poeta Fanny Enrigue los formatos digitales son una excelente opción para dar a conocer su trabajo. Informador Redacción

  • Baudelaire y Rimbaud sus referentes
  • Prácticas de Crueldad para el Verano es el segundo libro publicado por la poeta tapatía
GUADALAJARA, JALISCO (08/JUL/2013).- “¡Yo soy la herida y el cuchillo! / ¡Yo soy la bofetada y la mejilla! / ¡Yo soy los miembros y la rueda / Y la víctima y el verdugo!”. Los célebres versos son de Charles Baudelaire —uno de los poetas malditos— y los que escogió la poeta Fanny Enrigue (Guadalajara, 1976) como epígrafe de su libro Prácticas de Crueldad para el Verano (Ediciones el Viaje, 2012).

Una pintura de Iñaki Beorlegui introduce a las cien páginas de poemas oscuros e imágenes crudas, donde son palabras constantes el suicidio, la angustia, el sexo, la sangre, la demencia, el dolor y el vacío. Y sobre todo el espejo, como ya señalaba el poeta Ángel Ortuño durante la presentación del poemario a principios de año: “Más que representar otro mundo (o el mundo de lo otro), aquí el espejo es una imagen —curiosa sinécdoque— de la indeterminación de la identidad, escenificada por vía del conflicto amoroso: el ‘juego del doble’ desorienta tanto a la izquierda como a la diestra, el espejo resbala entre las manos y, debemos suponer, se fractura”.

A Fanny le gustó la interpretación de Ortuño, pues este juego del doble está implícito en los versos de Baudelaire. Y sin embargo, no cree que sea posible hablar de un tema en su libro, “porque cada lector le da una visión diferente”, afirma mientras fuma y bebe una cerveza.

Vestida de negro, como acostumbra, la poeta originaria de Guadalajara cuenta que hace un buen tiempo que empezó a escribir de manera intermitente estos versos. Lo primero que vino a su mente fue el título: Prácticas de Crueldad para el Verano, como si se tratara de un instructivo macabro y cruel. Y partió de ahí, aunque sin ninguna otra idea premeditada.

“Pero al final resultó una cosa completamente diferente”, asegura la también filósofa, quien una vez que tuvo suficiente material, se dedicó a jugar con la manera de versificar. “De repente empecé a romper los versos y a reescribirlos; trabajé más en la corrección que propiamente en escribir”.

Amor por los malditos

Poetas malditos como Baudelaire y Rimbaud, y otros como César Vallejo, Héctor Viel Temperley, Fernando Pessoa y Charles Bukowski, encabezan la lista de los preferidos de Enrigue. Y es casi inevitable que esta “herencia del malditismo” esté presente en su escritura.

A Baudelaire, además, lo ha revisado constantemente desde que trabaja en su tesis de doctorado en Estética, la cual trata sobre el filósofo francés Gaston Bachelard, y de cómo influyó en él su coterráneo, el poeta y crítico de arte.

Según la propia autora, quien trabaja como correctora y como profesora en la licenciatura de Filosofía de la Universidad de Guadalajara, el tono oscuro y maldito está más presente en éste que en su libro anterior, Sucesión de la Sombra (2007), co-editado entre Santa María Juana y Paraíso Perdido. Y aunque prefiere no utilizar la palabra ‘maduro’, Fanny cree que en este poemario logró jugar de manera más libre con los versos.

—¿Qué sensación te dejó escribir estas “Prácticas de Crueldad para el Verano”?

—Lo releí hace poco y me parece curioso porque son cosas que a lo mejor en ese momento estaba pensando, viviendo, sintiendo, y que creo que hubiera podido resolver si me hubiera fijado más en lo que estaba escribiendo. De alguna manera me dio cierta lucidez o cierta conciencia de un momento ya pasado; fue como una recapitulación de lecturas, de vivencias, de experiencias de lector. Pero más que la sensación en el libro, me divertí mucho jugando con los cortes y con los cambios de significado que puede dar una versificación diferente. Aunque no sea innovador en el terreno de la poesía, digamos que en lo que yo había escrito hasta entonces, sí.

—¿Es para ti la escritura un ejercicio exorcizante? 

—No sé si decir exorcizante, porque también hay veces que puede ser infernal. Es decir, no siempre es liberador escribir, hay veces que te enredas más. Pero es algo que está ahí, y que es necesario para uno.

—La poesía es un género más bien marginal, leído por pocos. ¿Para qué, entonces, escribir poesía?

—En realidad no creo que tenga ninguna utilidad. No es que me sienta la marginada en absoluto, pero curiosamente las cosas que me gustan en la vida no tienen ningún sentido. Tampoco estoy pensando que uno escribe para sí mismo, porque si no, no publicaría. Pero quizás es un homenaje al absurdo (...)  También escribo por placer, aunque a veces ese placer sea doloroso. Es que soy un poco hedonista...

—¿Y por qué publicar en físico en la era de la virtualidad?

—Realmente disfruto muchísimo leyendo. Encuentro ese sentido del placer y de repente uno se hace hasta adicto a ciertos autores y quiere que sigan publicando. Y también es algo fetichista, ¿no? Yo no estoy en la generación de mi papá, que ni de broma puede leer en la computadora, pero sí se me hace una maravilla el olor de los libros, me gusta subrayar y tener mis libreros. Eso me fascina. Tampoco estoy en contra de los libros electrónicos, al contrario, es una maravilla sobre todo con los sueldos que hay en los trabajos. Pero el libro físico es un fetiche total.

—¿Por qué decidiste estudiar filosofía? ¿Ya tenías claro que querías ser poeta?

—No, yo sigo sin tener nada claro y espero no tenerlo nunca (risas). Pero mi papá es súper lector, y cuando era adolescente me insistía mucho en que leyera y yo estaba terca en que no. Después de la prepa me fui a estudiar a España un año, y ya separados, empecé a leer como loca y me empezó a encantar. Cuando regresé estaba indecisa entre Filosofía y Letras, pero la literatura es como un terreno sagrado para mí, y me gusta disfrutarlo igual que el cine: como niño, que no me digan el truco. Y eso de analizar un texto que me fascina, ¡no! De todas maneras mis trabajos de filosofía tienen que ver con la literatura porque estoy en el rollo de la Estética, pero de alguna manera prefiero enfocarlo desde las abstracciones y las loqueras de los filósofos, que poniéndome a analizar los textos.

—¿Y crees que la filosofía está presente en tu poesía? 

—Yo no lo veo para nada. En mi anterior libro el editor insiste en que es poesía filosófica. Yo no creo.

—¿Poesía intimista?

—Puede ser, no sé. No sé si intimista pero por lo menos no tengo este rollo de la racionalidad. Y es que dentro de esa cosa extraña que es la filosofía, y sobre todo la filosofía en las universidades, la mayoría de los filósofos que me gustan son aquellos que los universitarios ortodoxos, académicos puristas, dirían que no es filosofía. Bachelard, Cioran, Nietzsche, aunque éste último es un poco más aceptado...

—¿A la par de tu tesis, trabajas en otro proyecto de poesía?

—No tengo nada estructurado, ni un título, pero ahora estoy muy clavada con cosas de criminales, asesinos, películas gore. Pero lo que estoy escribiendo ahora es como más irónico, más de burla, a diferencia de este libro que debería de venir con un látigo (risas). Ahorita me estoy riendo más, no sé, son etapas diferentes.

FRAGMENTO
Dos poemas de "Prácticas de crueldad para el verano"


Dejar que la ciudad se incendie
Y no haya ninguna memoria
no haya memoria
el recuerdo es insano, multiforme,
nos va haciendo escarcha
la cabeza, nos obliga
a caminar hacia lo que fue
nuestra casa.

El ácido muriático tiene
una calavera sonriendo, una
abertura a la medida
de mi tristeza el ácido
muriático hace soñar y
despertar en el infierno, donde
de cualquier otra forma
también despertaríamos
invita a soñar mentiras,
creer que más allá de estos
barrotes hay
otra cosa
y no hay nada, nena
vamos a berrear toda la noche,
vamos a esperar que el
monstruo de las treinta
mil cabezas nos despierte
con un machete, nos dé lecciones
sobre lo que debemos desear
(lo que no deberíamos querer
es reventar con ayuda del
gas en un pequeño cuarto,
no deberíamos desear morir
fumando, en una espera
sin objetos ni manos).

La lluvia cae, qué ganas
de tirarme con la boca abierta,
reír viendo caer agujas
en el cuerpo
ya sin limitaciones de saldos.

Decir que un libro
De fin
a precipicio
debe embravecerse
con la fragilidad
con que se resbalan
los espejos de las manos
caer en el juego
del doble desorientar
la izquierda
la diestra. Resignarse
a nuestros pies
al milagro de duplicación
en el rito
la admiración asimétrica
dejar resbalar
el espejo.

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